22 ene 2012

Instantes



Durante los últimos meses despertar ha sido doloroso, la fría certeza de que aun estoy aquí me invade lentamente. Ahora no es solo ahora, es un frío recordatorio de que ha pasado un día desde ayer, un año desde el año pasado y de que tarde o temprano llegará. Al mirarme al espejo, lo que veo en él, no es tanto el rostro como la expresión de un dilema. Es un poco melodramático, supongo, pero por otra parte, tengo el corazón destrozado, siento como si me hundiera, como si me ahogara, como si no pudiese respirar. Por primera vez en mi vida no veo el futuro, los días transcurren entre la bruma, pero hoy he decidido que sea distinto, por fin.

En realidad me siento muy solo casi todo el tiempo, siempre me he sentido así. En fin, nacemos solos, morimos solos y mientras vivimos estamos total y absolutamente encerrados en nuestro cuerpo. Solo podemos experimentar el mundo externo a través de nuestra percepción sesgada de él.

Unas cuantas veces en mí vida he experimentado momentos de una claridad meridiana, en los que durante unos breves segundos el silencio ahoga el ruido y puedo sentir en lugar de pensar. Y todo parece muy definido y el mundo claro y fresco, como si todo acabara de nacer. Es imposible hacer que esos momentos duren. Yo me aferro a ellos, pero se desvanecen, como todo. He vivido mi vida en esos momentos. Ellos me transportan de vuelta al presente y entonces me doy cuenta que todo es justo como tiene que ser. Y así, sin más… llegó.

22 jul 2009

Es complicado...


De cote atópome, inutilmente, tentando pensar en como terían sido as miñas lembranzas coa ausencia desdes exactos intres descompostos en frases de xiz e anacos de tempo... Cómo sería a miña curta historia coa ausencia das túas cicatrices. E sorpréndome negando a posibilidade de que estas feridas me abandonen tamén. Sendo incapaz de deixalas desaparecer contigo sen ser botadas de menos, incitándome irresistiblemente a revivilas con cada unha das palabras que ocupan esas paredes inestables que agardan seren pronunciadas antes do derrubamento.

Así que cada busca na memoria supón un novo encontro coas nosas lembranzas, e é a partir deses momentos cando sigo coa elaboración case inconsciente do noso vocabulario. Un vocabulario que nace da recompilación de accións, sensacións e conversas que compartimos... da suma de todos os compoñentes da miña experiencia sentimental: uns cantos dos meus desexos, todas as miñas frustracións, esa rabia que me produces e a dor que me deixas.

Trátase dun acto de desafogo emocional que se move entre a inocencia e a culpa de non saber por qué marchaches; dunha reconstrucción frenética dos feitos, que dende a túa ausencia se magnifican e se desligan cada vez máis do que realmente aconteceu, para formar parte dun recordo reinventado á medida das miñas necesidades.

20 jul 2009

Aquella noche...


Cerré los ojos... Ahí estabas tú, en la oscuridad, bailando conmigo. Aquella noche te soñé, apareciste en mi pensamiento, aquella noche me dolías dentro, aquella noche fue la más larga del invierno.

Aquella noche me miraste, te sentí mío, aquella noche deseé no despertar nunca, solo aquella noche... y me deje cubrir de silencio para no perturbar tu sueño, porque aquella noche prometer era mentir y saber solo era estar equivocado. Después, me cubrí de blanco para darte luz, y también de negro para darte sombra. Te recuerdo aquella noche, sin excusas, sin mentiras... solos tú y yo, y con el mismo silencio con el que entré en ti, también salí. Al tiempo que abriste los ojos clavaste en mi tu mirada y te reíste como nunca. Comprendí entonces que la risa puede hacer mucho más daño que palabra alguna.

Esas risas continuas, dueñas de mi cabeza que petaban en mis oídos repitiendo “Tú no existes, estás ahí pero no te veo”. Entonces te levantaste y comenzaste a caminar, sin mirar hacia atrás, como sino pisases el suelo, yo solo podía seguirte con la mirada, y de repente, como si de un sueño se tratara, tú ya no estabas ahí. Una oscuridad embriagadora azotaba mi soledad, aquella noche olía a ti, aquella noche me deseaste. No importa que tan solo fuera esa noche, porque se que tu sentiste lo mismo.

Desperté de mi sueño y ahí estabas tú, tu olor llenaba la habitación, y sin más explicación de la que mi alma me pudo dar, desapareciste de nuevo entre las sombras de la noche. Prometo que solo quería dormir, olvidarme del mundo y que el mundo se olvidase de mí. Mis ojos caían y aquella noche prometí amarte el resto de mis días. Aquella noche te amé sin límites... Tan solo aquella noche.